La tensión en el mercado de la vivienda ha llegado a límites insostenibles. No solo falta producto para atender la demanda, sino que la escalada de precios alcanza unos valores que desde el sector inmobiliario avisan de que el escenario más que preocupante es «extremo», con un «altísimo riesgo» de que el problema mute «en una emergencia social y de convivencia» en Valencia.
Los datos hablan por sí solos: en el último lustro, los precios de la obra nueva han aumentado un 80%, mientras la oferta se ha reducido en un 83%. Asimismo, y de forma paralela, en este mismo periodo, los precios del alquiler han crecido un 78%, dejando casi sin opciones habitacionales a muchos ciudadanos.
Un escenario dramático que refleja que, a cierre del pasado año 2024, el precio de un inmueble de nueva planta se situó de media en la ciudad en los 3.422 euros por metro cuadrado, un 18% más que en 2023; mientras que un piso de alquiler alcanza ya los 1.646 euros de renta mensual.
Unos datos que evidencian lo que desde el sector llevan años avisando: sin un aumento de la oferta, la tensión iba a provocar subidas de precio, escasez de producto y expulsión de muchas personas del mercado.
Asimismo, la vivienda de nueva planta se ha desbordado. En este sentido, el informe refleja que hace cinco años, en 2019, el precio se situaba en los 1.915 euros por metro cuadrado, mientras que ahora está en los 3.422 euros. En un año se ha encarecido en un 18% el precio de un inmueble de nueva construcción. Y ello consecuencia, en parte, de la bajada del stock disponible, ya que la oferta de obra nueva de vivienda en València ha bajado 18 puntos porcentuales en este quinquenio. Así, el último trimestre de 2024 se pusieron en marcha siete nuevas promociones, mientras que ha habido trimestres que se activaban hasta 48 proyectos.
Uno de los principales factores de este terremoto en el mercado de la vivienda es la inmigración. En los últimos años, Valencia no ha dejado de recibir nómadas digitales, profesionales desplazados o jubilados que la han elegido para residir por su buen clima, su calidad de vida y otras bondades que muchos medios internacionales han destacado de ella situándola como «la mejor ciudad del mundo para vivir». En este sentido, los datos oficiales demuestran que se está produciendo una llegada ingente de personas: España tuvo flujos migratorios positivos de 639.199 personas en 2023, más del doble que Francia (273.809) y más del triple que Italia (178.699), según Eurostat. Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística (INE) pronostica que en 50 años, el 40% de la población española será nacida en el extranjero. En 2024 ya supone del 18% del total de la población.
Asimismo, la coyuntura de altos precios en la construcción, la poca mano de obra y sin especialización, la escasez de suelo en ciudades de alta demanda de vivienda y la lentitud en la gestión administrativa de licencias de todo tipo no ayudan a paliar el problema. Esto debe generar una actuación conjunta de la mano de las empresas privadas, con una engrasada relación público-privada, pues el reto que se tiene por delante no es viable asumirlo únicamente desde las arcas públicas y sin la experiencia del sector inmobiliario.